Un choque biológico es un evento o situación que nos ocurre en la vida y que el cuerpo lo percibe como una amenaza que pone en riesgo nuestra supervivencia.

Este evento debe cumplir cuatro características; una, es que se presente de manera ‘inesperada’, causando mucho desconcierto; dos, que sea vivido de manera muy ‘dramática’, causando intenso dolor y sufrimiento; tres, que la persona se sienta ‘sola’, incomprendida, sin apoyo al momento que ocurre el evento y cuatro, que la persona sienta que no tiene solución. Todas las características anteriores dependerán de nuestra perspectiva, de nuestra manera particular de reaccionar a la situación, según nuestras creencias, nuestra personalidad, nuestros valores, nuestra herencia, etc.

El cuerpo para tratar de contrarrestar esa situación que percibe como amenaza, va a producir cambios, primero a nivel de la ‘psique’ o la mente, a través de pensamientos negativos y repetitivos; segundo, a nivel del ‘cerebro’, originando una imagen llamada foco de Hamer, en forma de círculos concéntricos, observada a través de un estudio tomográfico y localizada en la zona especifica donde se canalice la emoción del choque biológico y por último, a nivel de un ‘órgano’, afectando su función, este órgano será el que esté conectado a la zona del cerebro afectado.

La magnitud del choque biológico va a depender de la ‘intensidad’ con la que se viva el evento y la ‘duración’ que tenga el mismo, esto dará como resultado lo que se conoce como ‘masa conflictual’. A mayor intensidad y/o duración, la masa conflictual será mayor, siendo más importante la intensidad para la manifestación y gravedad de los síntomas.