Soy la segunda hija, tengo un hermano mayor y otro hermano después de mí. Mi madre una niña sumisa y miedosa, pero rebelde. Mi padre un hombre autoritario e imponente, pero que cuando bebía era muy agradable. Crecí con mucho miedo, a muchas cosas, pero principalmente a mi papá. Cuando fui adolescente, la única forma de hablar con él era cuando el bebía, así que el alcohol se volvió una gran herramienta para perder miedo y sentirme segura. A mis 21 años de edad decido, en una fiesta, comer un panqué de marihuana, el cual cambia mi vida porque entro en una crisis de ataques de pánico que duran muchos años, siendo al mismo tiempo un mágico evento que me lleva desde esa misma edad, a indagar en mí. Nunca conforme de mi estado emocional negativo, comienzo a leer, estudiar, terapia, más estudio, más libros, más talleres, más retiros. A los 35 años tengo un hijo hermoso el cual educo desde el amor y el placer por vivir y aprender de uno mismo. El día de hoy tengo 42 años y creo que apenas soy adulta, gracias a un evento que me ocurrió a finales del año pasado, una conversación con mi madre en la que me muestra finalmente de dónde vengo, conversación que me lleva a liberarla de todas las culpas que le atribuía, y a reconectar con mi padre desde un lugar de agradecimiento y amor.