Como estudiante del diplomado en biodesprogramación, mi concepto de enfermedad ha cambiado profundamente después de conocer las tres primeras leyes de Hamer. Antes, veía la enfermedad como algo negativo, una falla del cuerpo o simplemente una desgracia que había que eliminar lo más rápido posible. Pero ahora entiendo que, desde la mirada de la Nueva Medicina Germánica, la enfermedad no es un error, sino una Solución Biológica Sensata, una respuesta inteligente y con sentido del cuerpo frente a un conflicto vivido de forma inesperada, dramática, en soledad y sin solución aparente.
Gracias a la primera ley, comprendí que toda enfermedad tiene un origen en un conflicto biológico, y que este conflicto impacta en la psique, el cerebro y el órgano correspondiente. Ya no puedo ver la enfermedad como algo aislado o azaroso, porque ahora sé que mi historia emocional y mi manera de vivir los conflictos tienen una influencia directa en mi biología.
La segunda ley, describe las dos fases de la enfermedad (la fase activa del conflicto y la fase de reparación), me hizo entender que muchos síntomas que tradicionalmente consideramos «malos» o alarmantes, en realidad son parte del proceso natural de curación del cuerpo. Esta visión me devolvió la confianza en mi organismo y me permitió dejar de tenerle miedo a los síntomas, observándolos en su contexto y no como enemigos.
Con la tercera ley, descubrí que cada tejido responde de manera diferente según su origen embrionario, y que los programas biológicos que se activan tienen una lógica profunda que está enraizada en nuestra evolución como especie.
Puedo decir entonces que conocer estas tres leyes me permitió dejar de ver la enfermedad como una sentencia y empezar a verla como una manifestación coherente y significativa de mi vivencia emocional, una invitación a mirar adentro, a reconocer mis conflictos y a acompañar a mi cuerpo en sus procesos con mayor conciencia, respeto y compasión, así como llevar de forma más consciente y responsable mi sanación emocional.