Los niños aprenden a reconocer y entender sus propias emociones; desarrollan habilidades para regular sus emociones, controlando impulsos y comportamientos negativos; fomentar la comprensión de las emociones ajenas, lo que mejora las relaciones interpersonales.
Los niños con habilidades emocionales pueden concentrarse mejor y mantener la atención en tareas escolares y tienen la capacidad de manejar el estrés y la frustración facilita la resolución de problemas y la toma de decisiones.