Algo que me quedó muy claro en esta materia es que cualquier acto simbólico que realicemos con nosotros mismo y nuestros consultantes debe ser realizado con mucha convicción de que algo debe de cambiar, de que el tema que estemos trabajando puede primero entenderse, resolverse y dejarse atrás. Tiene que hacerse con mucha fe y sobre todo debe tocar el inconsciente, recordar ciertos eventos y situaciones que nos marcaron y liberar las emociones.
Para que un acto simbólico sea liberador tiene que transformarse en un acto decisivo y marcar un antes y un después con el tema que estemos trabajando y significar el inicio de una nueva época llena de posibilidades para quien la realiza.
Para ello hay que ser muy cuidadoso con los elementos que utilizamos para simbolizar y significar los temas, personas o situaciones que decidamos trabajar, para que lleguen inmediatamente al inconsciente y se manifiesten los recuerdos, las sensaciones y se abra un abanico de posibilidades para solucionar lo que estamos trabajando.
Si se hace sin ese cuidado de buscar los elementos, aprisa, sin atención y en las condiciones óptimas evidentemente no va a funcionar, no va a ocurrir nada y no vamos a llegar al lugar que deseamos.
Precisamente, considero que la magia de un acto simbólico ocurre cuando ponemos suficiente atención y cuidado en los elementos que utilizamos para conectarnos con nuestro inconsciente, con los sentimientos y las emociones. En un acto de amor y respeto por nosotros mismos que guiamos estos actos y con nuestro consultante.