Son de suma importancia porque buscamos esa empatía al ponernos en el lugar del consultante para lograr una buena comunicación, y para reconocer las señales de lo que pasa en la mente de la persona, que notamos a través de sus cambios fisiológicos, ya que son la expresión externa de los pensamientos. De esta manera podemos detectar lo que a una persona le molesta, aunque diga que no. Si la persona se niega a una emoción que le provoca una problema, podemos detectarlo y ayudarle mejor. Podemos leer sus expresiones, movimientos o gestos para saber si estamos llegando al problema o si estamos utilizando las herramientas correctas.